Por Wilson Atamain
Abstract
El proceso por el cual se
limita la lengua ha pasado desde el escenario de la subyugación europea hasta
los escenarios republicanos. En aquel contexto se limitó a fuerza de la
dominación el desarrollo de la cultura y por extensión la lengua de los pueblos
amerindios, en los contextos presentes la dominación se amplía pero de una
forma más molecular. En los distintos escenarios históricos hay una cuestión
común: la dominación de una lengua sobre la otra es letal y efectiva.
Pensar seriamente en esta cuestión pasa por un cambio de actitud y de
pensamiento.
Palabras claves: Lengua,
agenciamiento, dominación molecular, interculturalidad.
El idioma o lengua de un
pueblo es la parte más relevante de una cultura y es un medio que discurre
entre el universo de la subjetividad del habla y el cuerpo social de una
colectividad determinada. Siendo la erosión de la lengua un factor que debilita
el cuerpo cultural, para los pueblos es primordial velar por su protección y
salvaguarda. El presente escrito describe el proceso por el cual las lenguas
indígenas son desvaloradas y reflexiona sobre los detalles (casi naturalizados
por el tiempo) que pasan desapercibidas cuando se producen el contacto con las
lenguas de los pueblos originarios. Finalmente sugiere una verdadera revolución
y giro que debe efectuarse en el proceso de aprehender una cultura y por
extensión su lenguaje.
¿Se puede plantear un debate
serio sobre la cuestión del idioma? Desde los albores de la invasión europea a
los pueblos originarios de Suramérica, los primeros cronistas no ocultaron su
sorpresa al contemplar una vasta diversidad de lenguas presentes en el Nuevo
Mundo. Cada lengua con su propia particularidad, aglutinantes en algunos y chasquidos
en otros, algunos parecían imitar los sonidos de la naturaleza y otros de difícil
pronunciación (difícil para los hispanohablantes hasta el día de hoy) por
tratarse de formas nasalizadas y complejas asociaciones de consonantes. Por
aquellos años para los pueblos amerindios significó un brutal encuentro que no
solo se limita al exterminio en número de habitantes por cuestión de guerras o
las enfermedades sino también por el etnocidio, es decir, el exterminio del
cuerpo socio-cultural (si se quiere, el exterminio del espíritu de una
colectividad) y en este escenario se incluye la lengua como el principal objeto
de afectación. ¿Cómo ocurrió este proceso? Entre el período que abarca la
incursión europea y la fundación de los primeros estados republicanos hay un
denominador común, es el proceso por el cual se establecen límites a la
posibilidad de desarrollo de los grupos culturales: no solamente el factor
económico mediaba las relaciones sociales sino también la lengua impuesta por
la dominación mediaría en adelante las comunicaciones. En esto podemos observar
una particularidad común a ambos sistemas: la lengua de los dominadores se
impone como práctica tanto en la colonia como también en los estados republicanos.
Imposición de lengua, imposición de significantes y significado, verdadera
forma de dominación tanto en la colonia como en la república: en este significó
eliminar las lenguas, limitarla en reducciones, en aquel se establece la educación monocultural y
monolingüe, exclusión y agresión impuesta sobre los hablantes amerindios,
menoscabo estructural. Es cierto que con los aportes de la antropología y la
acción de movimientos humanistas (como el de Bartolomé de Las Casas en sus
inicios) se ha configurado, más o menos dentro del pensamiento moderno, un
relativismo cultural y por extensión se trata de asumir que las lenguas son
importantes y deben respetarse su estatus dentro de los territorios nacionales.
Asistir al simple espectáculo de la diversidad lingüística ya quedaría superada
con la valoración y el intercambio proclamados desde el estandarte de la
interculturalidad y el relativismo cultural que supone que ninguna cultura es
superior a otra. Pero, ¿hasta qué grado se está efectuando esta valoración? ¿se
está aplicando un trato igualitario, respetando la diversidad lingüística en
los procesos donde se dan relacionamientos inter-culturales?
Si bien se respetan la
diversidad cultural declarando la pluralidad étnica como parte de la riqueza de
una nación, existe una tácita y en muchos casos explícita desvaloración de las
lenguas. Esta paradójica situación nos insta a re-pensar la dominación en otros
escenarios; se trata ya no de la clásica dominación donde se produce una
relación dual entre dominador y dominado. Es la moderna forma de dominación donde
no se necesita coacción ni yugo, basta con hacerse el indiferente, basta con
ignorarla con políticas y prácticas, un poco de intolerancia implícita o tácita
y he aquí una nueva forma de dominación no sobre el cuerpo sino sobre la lengua. Y,
¿cómo se produce esto? Si en el plano de la ontología ya no se discute sobre si
los indígenas tienen alma, en la cuestión de las valoraciones lingüísticas aún
se observa un escenario donde se vacila entre si es válido o no considerar una
lengua indígena. Existe ese mortal irrespeto por las lenguas amerindias postergando
la integración o mejor aún, si se quiere, la valoración de las lenguas y prácticas
culturales diferenciadas. En las escuelas ya no se dan bofetadas a los niños
cuando por “error” hablan su lengua materna como el quechua pero se recortan
los presupuestos para limitar y empobrecer la calidad de la educación
intercultural, en procesos judiciales donde se involucran a miembros de los
pueblos indígenas, los tribunales niegan a los interesados el acceso a un intérprete;
las resoluciones del juez son engorrosas leyes y códigos escritos en el idioma
no-nativo, los funcionarios del estado especialmente los registradores civiles
no se encuentran capacitados o no disponen de expertos indígenas para
identificar los nombres nativos y su correcta escritura. Estas prácticas llevan
oculto una dominación más radical pero sutil y mejor orquestada que la
dominación basada en coacción sobre la voluntad del hombre.
Siendo este el contexto en
la que las lenguas indígenas están sufriendo las afectaciones de un sistema
excluyente encontramos una dominación de tipo molecular. Pero para entender
esta cuestión debemos considerar el pensamiento por el cual se produce este
irrespeto y desvaloración sobre la lengua. La lengua o el idioma nativo es poco
menos que un simple dialecto que no alcanza cierto nivel de desarrollo como
para ser considerado entre las lenguas reconocidas en el mundo. Este
pensamiento impulsado desde la dominación europea al continente americano,
considera que las lenguas nativas al igual que todas las culturas de los
pueblos indígenas son separadas en bloque, clasificados por el pensamiento para
reconocerlos como un grupo separado y diferenciado: estos son los
no-civilizados. Cierta desventura de la historia los había separado y los
condenaba al estado rudimentario en todas sus formas de vida por lo que la
tarea de civilizarlos se constituye en estandarte que justifica todo el proceso
de la dominación llevada a cabo. Esta clasificación que separa a las sociedades
civilizadas por un lado y las no-civilizadas por el otro, también clasifica sus
leguas en dos dimensiones distintas: están aquellos que no califican entre las
lenguas más desarrolladas de los grandes imperios. Para comprender esto debemos
considerar lo que se entiende por sociedades no-civilizadas: son sociedades,
según el pensamiento de los dominadores, sin escritura y donde el modo de vida
es de subsistencia. Estas sociedades viven en completa precariedad y carecen de
un complejo desarrollo en todo el sistema (económico, político, religioso,
entre otros) por lo que no califican para ser considerados entre las sociedades
que alcanzaron un grado de madurez por así decirlo. Este es el mito que el
pensamiento europeo ha fabricado para justificar entre otras cosas la dominación
y dista de la realidad cultural indígena. Derribando el mito sobre el cual se
fundamenta el pensamiento que propugna la dominación, los reportes etnográficos muestran un amplio
desarrollo de los idiomas de los amerindios: el vasto conocimiento
de las complejas taxonomías de plantas y animales entre la lengua de los
amerindios tanto en el norte como en el sur. Por otro lado, el estado de
subsistencia y la precariedad de la vida de los indígenas dista de toda
realidad, pues los propios europeos se sorprendieron de la soberanía y
seguridad alimentaria que gozaban cada grupo cultural a la que observaron y
acotaron que todo ello se produce sin la necesidad de contar con un jefe que
mande entre los “indios”. Asimismo, el curioso observador no-nativo ha fijado
su mirada en la ausencia de un sistema de numeración sofisticada y grita a los
cuatro vientos para advertir que las lenguas amazónicas no satisfacen las
demandas de rigurosidad que el pensamiento dominante ha impuesto, lo cual
sirve de maná para este pensamiento que alimenta y refuerza el mito donde
algunas lenguas califican como desarrolladas y no desarrolladas, pensamiento
que califica a este último grupo como sociedades no-civilizadas y por tanto menos
significativas. Ante tal mito, los estudios de la antropología política nos
brindan pistas que nos ayudan a entender esta supuesta ausencia que se entiende
como sub-desarrollo e incapacidad del pensamiento indígena para formular
categorías complejas como lo es el sistema de numeración: las sociedades sin
Estado como las amazónicas siendo sociedades igualitarias no disponían de
esclavos ni excedentes de producción. No habiendo necesidad de implementar un
sistema de numeración porque no lo necesitaban construyen otros sistemas de
conocimiento conforme a sus necesidades. Veamos con precisión, lo que en el
fondo se califica aquí es la ausencia o no de un conocimiento lo cual para la
rigurosidad de un estudio serio no tiene cabida pues todas las culturas han
forjado conocimientos según sus necesidades y la diversidad de los
conocimientos no son uniformes. Como se verá los conocimientos se
construyen de acuerdo a los usos y necesidades, la lengua sirve para estos
propósitos, mientras que en el idioma de los jíbaros no existe el término dios, en
las sociedades de organización vertical como el quechua sí.
La dominación, como ya se observó, no pasa solamente en la subyugación del cuerpo y voluntad del hombre también se da en el campo molecular con verdaderos agenciamientos de poder ya sea con la imposición de una lengua y desvaloración del estatus de una sobre la otra, una tácita intolerancia en los juzgados al negar a los indígenas el uso de su propio idioma (dominación desde los tribunales de justicia, injusticia del juez), una cotidiana resolución judicial donde no se involucran a miembros indígenas es tan naturalizado como el irrespeto sobre la lengua; una norma aquí y otra decisión administrativa allá dadas sobre asuntos concernientes al interés de los propios pueblos sin considerar el factor idioma, configuran una nueva forma de imposición molecular pero efectiva en los escenarios actuales. No basta con decir, “¿usted entiende el español?” y con una respuesta “Sí, señor. Entiendo el español”, para seguidamente doblegar e imponer la lengua de la dominación sobre la otra.
Propugnar seriamente la
interculturalidad pasa por tomar en serio a los pueblos indígenas cada uno con
su propia lengua. Dentro de las políticas y el pensamiento se debe efectuar un
giro, un cambio revolucionario del modo de aprehender la diversidad cultural
que nos libere de esa actitud (agresiva de irrespeto hacia los pueblos) de
pasivos observadores y espectadores. Debemos ir más lejos, no como se viene
haciendo: cómodamente y mirando de reojo desde nuestros cascarones. Debemos efectuar
valoraciones y verdaderas prácticas que tomen en cuenta la lengua en su
verdadera dimensión. Implementar verdaderos canales de comunicación
intercultural, que tomen en consideración y valoren las lenguas indígenas, constituye una de las tantas deudas históricas que los Estados
republicanos deben compensar a los pueblos indígenas.
Acerca del autor:
Wilson Atamain es antropólogo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, es el primero de origen awajun que ha podido concluir satisfactoriamente su carrera profesional en dicha casa de estudios. Actualmente radica en el norte de Perú donde efectúa labores relacionadas con la antropología política y jurídica.
Foto: Muun. Liseth Atamain
Acerca del autor:
Wilson Atamain es antropólogo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, es el primero de origen awajun que ha podido concluir satisfactoriamente su carrera profesional en dicha casa de estudios. Actualmente radica en el norte de Perú donde efectúa labores relacionadas con la antropología política y jurídica.
Foto: Muun. Liseth Atamain
Para lograr la verdadera interculturalidad es saber vivir en la diversidad, respetando mutuamente, aprender el idioma de otra cultura y poder comunicar con su idioma y viceversa, sin imponer a la otra, reconocer al otro, primero practicar la intraculturalidad, valorar lo nuestro, lo que podemos ofrecer el otro, con una identidad.....
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